He repetido esta carta ocho veces, y sigo sin saber que decirte.
Las palabras no fluyen. Se lo que decirte, pero no sé cómo.
Quizás se a mejor ir directo, pero no me atrevo...
Miles de veces lo he pensado, pero soy un mierdecilla, no me atrevo ni ha eso …
Decirte la verdad es una opción , pero tengo un gran muro separándome de ti.
Ahora te digo adiós, cambio de escuela, cambio de vida.
Fui muy tonto al no decirte las palabras mágicas :
( te quiero )
Que estúpido yo, que me distes oportunidades, pero no me atreví, quizás por miedo, no lo se…
Y ahora ya no estas. Te encuentras a kilometos de mí, haciendo tu nueva vida, bueno me estoy alargando. Solo quería decirte
Gracias por estos 3 años
Recordo aquell dia, aproximadament serien les 6, em situava en un dels meus llocs preferits, una gran extensió de sorra fina, però alhora compacta. Els meus ulls encegats pel flaix del petit sol que apareixia per l'horitzó que no em deixava veure que avía més enllà.
A la fina sorra es podien veure reflectides els petits núvols que es podien albirar en el cel.
Les úniques persones que estàvem allà érem jo i el meu reflex, que em perseguia allà on anava jo.
L'espai lliure em proporcionava una serenitat incalculable, però alhora em donaven angoixes el saber de desconèixer que havia més enllà, d'aquest horitzó sense fi .
Que podia pensar durant tota l’estona? Si no hi ha res, en que penso ? En mi ? Qui soc ? ...
Se abre el telón, aparecen entre la muchedumbre cotidiana dos muchachos de secundaria llevando a cabo sus quehaceres ab initio.
Jonathan (dirigiéndose a su coetáneo): buenos días, adlátere, ¿ya has acabado mis menesteres, tal y como se dijo, subordinado mío?
Rigoberto: ya lo he repetido copiosas veces, en la eternidad de la vida los seres humanos nacemos y existimos vivos y por el hecho de que te recrees en guateques hebdomadariamente no te transforma en un ser que me pueda supeditar, hermano.
Jonathan: en ninguna circunstancia te he dado permiso para tratarme de malhechor
Rigoberto (ya enfadado): calla, ¡fancinoso! (resquebraja un receptáculo de plástico en su tez)
Jonathan: (anonadado por el impacto, se dispone a defenderse) voy a llamar a nuestro supervisor, alea iacta est.
Rigoberto: ¡no, no! Por tus actos me dispongo a irme. Adiós, mamerto, adiós.
Jonathan: guay de mí, de mi ventura, qué sería de mí si el destino no hubiere dedicado unos instantes a mi salvación. Ars longa vita brevis, destino, te recordaré dentro de mis pensamientos por haberme dedicado unos instantes.
Se cierra el telón
Acto 2Jonathan: buena sea su presencia, honrado maestro. A continuación me dispondré a explicarle lo sucedido con un coetáneo de enseñanza. A las 1: 55 post meridiem me dirigí a parlamentar con susodicho coetáneo, cuyo carácter no fuere el más adecuado; pues hendió un receptéculo en mi sién.
Profesor (con perplejidad): Diantres, qué tipo de barbaridad es la que me acaba de explicar, jóven?
onathan: le suplico que crea mis palabras, maestro
Rigoberto (a lo lejos): hediondo!
Profesor: cómo exercro el superávit de acoso. Sin embargo, es de su menester que el gañán deje de ser un estorbo.
Se despide desde la lejanía
Profesor: a más ver, e ingénieselas como oses y como tu entidad corporal le deje.
Aparece Rigoberto, se acerca a Jonathan. Comienza a agredirle físicamente. Se cierra el telón.